Queridx:
La última vez que escribí estaba casada y vivía en el medio de una isla.
Un buen libro para surfear el coletazo final de un divorcio: La belleza del marido, de Anne Carson.
Un mail personal recibido ayer en el medio del infierno de mis mails de trabajo que volaban por los aires, de mis mails que empiezan “circling back on the below”, que se traduciría como algo así como “retomando lo dicho anteriormente” pero mucho más visual, más geográfico.
Este mail personal volvía a lo anterior para decirme que el divorcio está casi listo. Que deberían servirme los papeles en septiembre. You should be served sometime in September, estoy traduciendo de modo literal.
Y continuar circling back on the below con equipos de marketing de tiendas departamentales que usan la palabra “holístico” para describir sus campañas. Mails que cierran en “warmest regards”, los saludos más cálidos. Un cigarrillo y un llanto.
Un llanto en el local donde fui vendedora años atrás. Hoy la firma de mis mails dice Director of Operations and Communications.
A veces me es imposible pensar que no estoy muerta. La vida es un sueño donde los materiales de una cosa conocida se re-edifican en una forma extraña, pero que justamente por tener la carne de lo vivido, parece familiar. “Eras vos pero no eras vos”.
Teoría Russian Doll. La muerte como un sueño-videojuego. La muerte que también puede ser un símil de la recuperación: purgatorio.
La premonición de haber estudiado obsesivamente Prenez soin de vous de Sophie Calle. O de haber escrito una novela donde una persona cuida a los gatos de su ex.
No estoy apelando a la melancolía sino al detalle: un gesto. Un intento por volver a escribir, por volver a ser quién soy.
Acá, varias notas: ¿no es todo un intento por volver a ser quién se es, quién se suponía que fuéramos? Independientemente de la escritura, profesional, semi, amateur, la escritura… en recuperación todo es un intento por recobrar una identidad tapada por el debris de los fingimientos, las torceduras de lo que pensábamos que teníamos que demostrar. Y, adicción de por medio o no, en cierto modo todos estamos en estado de recuperación. Kintsugi.
Un GPS redireccionando una y otra vez porque tomamos la dirección incorrecta, aceptamos y deseamos continuar. En algún momento haremos caso. En algún momento aceptaremos que el problema es querer tener el control.
Paso uno: admitimos que no tenemos poder sobre los lugares, las personas, las cosas. Agregaría: “el paso del tiempo” aunque temería que suene pesimista, porque el tiempo es en lo único que creo, en el poder de dejarlo pasar. En adquirir paciencia.
En otro mindset, de una vida anterior actualizaría todos los temas en los que no di opinión: Barbie me pareció mala. Pero no, no funciona así.
Eterno presente. Lo que se perdió se perdió y yo un día me metí adentro de un matrimonio chiquitito chiquitito chiquitito, que se dobló una y otra vez sobre sí mismo y desaparecí.
Pero también me encontré. Es justo decir que me encontré en la miniatura; el teatro como la versión mini de la polis, para ilustrar, para purgar sentimientos colectivos.
El vicio de minimizar el grado de realidad de mi matrimonio, como si fuera ontológicamente deficiente. Capaz el matrimonio era la polis y no el teatro. Who’s afraid of Virginia Woolf.
De la obra no puedo hablar porque no la lei, pero la película, mucho para decir: el uso del espacio replicando la lógica de la escena teatral, económico y sofocante, el sonido del piso de madera, el alcoholismo, la imposibilidad de salir de un vínculo que es una sequía, resultado, en parte, de una misma siendo un desierto.
Palabra clave: resentimiento. Para con unx mismx y para con los demás. Lo que yo no quería, lo que quise evitar a toda costa, es quedarme en un lugar donde me domine la frustración, una relación que se vuelve una queja multiforme en espiral, pura imposibilidad.
La frustración, como cualquier otro sentimiento en el contexto de la pareja se hace de a dos. Los ojos de Liz Taylor, tras una película de gas, de humo, de líquido de lo que se perdió.
Like we say here “I’m rambling…” Una profesora que solo me puso unos y does todo el año me decía que no sabía contar historias, “como un cuentito, Denis”. No sé, señora, a mí me gustan las cosas que cuentan desde la textura, que son adentro y afuera, que parecen suaves y son ásperas, que parecen duras y son blandas. Lo que parece superficie y es fondo.
Los líquidos me fascinan, las cosas vistas de cerca que parecen otra cosa completamente distinta. O, no sé, si es lo que me gusta pero a mí es lo que me transmite sensación, lo que me hace entrar a un mundo, lo que tiene capacidad de narrarme. Y narrarme no es reflexivo sino más bien que tiene la capacidad de susurrarme al oído algo que por magia de identificación me calme. Por eso consumo insaciablemente arte, porque es mi conexión con un poder superior, porque es mi modo de estar comunicada con todo lo demás por eso… cuando estés mal cuando estés sola…
Otra vez me fui del eje, o el eje es irme del eje.
Podría ensayar hechos relatados como haciendo un collar de cuentas pero mi problema es que pasaría por el hilo cualquier cosa que tenga un agujero. Esa tendencia a la deformidad o a ver patrones más que tomar decisiones.
Una parte de mí que se dobló todavía cuida una idea de él. Una manta, una carpa, un escudo. La obra de Tracey Emin, de todas las personas con las que dormí.
Él se dormía cuando yo me levantaba. No puedo ni empezar a decir lo que estaba pasando adentro de él mientras yo me ataba al único rayo de sol que entraba en el living de mi departamento en 66 y 1st ave.
En Julio del 2022 descubrí la pileta de John Jay Park y escapé sistemáticamente de mi casa con la excusa de querer leer todos los libros no leídos de mi biblioteca, la ciudad estaba vacía y a la piscina no se podía ingresar con electronic devices.
La mirada diagonal. Lo que otra gente llama mirada perdida, pero que en mí, evalúo no tiende al horizonte, no es a la altura de los ojos solamente sino que empieza en el cuerpo, con un giro, mirar al costado, como corriendo la vista al interlocutor pero no con la intención de ignorar sino de encontrar la palabra en el cerebro, de encontrar el hilo en las manos. La mirada diagonal es lo que necesito para escribir. La mirada diagonal es una de las propiedades de lo que sea que sea mi identidad.
Nadando sola me doy cuenta de que tengo que abandonar el barco. No nado para irme, nadando me doy cuenta de que tengo que irme, de que ya lo estoy haciendo, que estoy drifting apart hace rato. Alejarse en inglés se ubica en el campo semántico del agua y flotar, de alejarse naturalmente, llevada por la corriente.
adrift que es flotar sin dirección, también se usa para describir estados de ánimo.
-¿Cómo hacés para tener fe? ¿Cómo sabés cuando tenés que entregar los resultados?
-Si siento que me ahogo, dejo de patalear. Floto y dejo que me lleve la corriente.
Si estoy luchando contra la realidad agoto mi cuerpo y mi mente. Si me canso física y espiritualmente, no me tengo cuando me necesito.
En El Graduado, también de Mike Nichols el personaje de Dustin Hoffman no tiene dirección y eso lo sofoca. Lo mueve el contexto, la cinta del aeropuerto, la cama inflable en la pileta, el deseo de Mrs Robinson por salir de la monotonía. Lo vemos encerrado o distorsionado, ahogado. Con los ojos de vidrio.
Leer:
Aguaviva, de Clarice Lispector
La belleza del marido, de Anne Carson
Todo sobre el amor, de Bell Hooks
Ver:
The Graduate, de Mike Nichols
Who’s Afraid of Virginia Woolf, de Mike Nichols
Opening Night, de John Cassavetes
Consejo:
Repetir tres veces al día “No soy el centro del universo”
M.
Acabo de llegar de hacer compras y me encontré con mi añorado Glitch!!!!. Gracias por la.sorpresa y la alegría. Leerte me da felicidad. Muuuaaa
que linda sorpresa Malen. Hermoso leerte, se te extrañaba.