El desafío es hacer algo lindo, como una torta de cinco pisos decorada con flores madreperla.
Un globo de nácar iluminado por dentro con luz cálida flotando en un lago circular, espejo verde, espejo negro.

Mi compromiso es seguir intentando hacer algo que produzca en tu cuerpo, en el mío el efecto de la belleza. Pero hoy me levanto y a penas puedo sostener la mirada perpendicular al eje del cuerpo.
Sin saberlo, mi trabajo se convirtió en una extensión de mi matrimonio, y hoy* que finalmente renuncié a mi puesto full-time como directoradealgo (retomaré las implicancias que tiene para mi ego frágil tener una tarjeta que dice que tomo decisiones) me desplomo. Como si recién ahora terminara de separarme, de cortar el hilo de la seguridad que implicaba mi fallido pero adorado cautiverio.
Me llega un mensaje de Félix avisándome que los Faunos sacaron un disco nuevo, que espera que pueda acompañarme. (Te pido que le des play ahora)
Recibo el mensaje desde la pizzería donde mi ex-marido yo comprábamos porciones él de siciliana roja, yo de margherita, que en el último tiempo comíamos en un silencio cálido como solo llega a ser la aridez familiar.
Mis historias lo mareaban, el modo en el que cuento las cosas, y yo lo resentía por eso. Entonces, intentaba disolver lo que yo interpretaba como desprecio, y no quizás simplemente una consecuencia lógica a mi narrativa sensorial y difusa, con una prolongada indiferencia.
Hielo contra hielo.
Era dolor y no lo sabía, esa agriedad que brota de mí cuando me rompen el corazón. La capacidad de alejarme porque en realidad lo que temo es que nunca hayas estado cerca.
Temo que mis amigos no me quieran más,
entonces me alejo de mis amigos.
Acabo de salir del que fuera nuestro último departamento de casados con una tarjeta verde en un sobre. Otra tarjeta que me define, en este caso como residente permanente de este país, y por los próximos diez años. Lo mismo que me habilita tiendo a sentirlo como una condena, como si cualquier puerta que se abre es sí o sí un camino que tengo que agotar hasta el final. Hasta chocarme con un límite o una pared.
Seguir viviendo en esta ciudad que construí con él para volver a conocerme sola, seguir viviendo en este país a pesar de que todo el tiempo me quise volver, por una convicción finita, como un hálito o un silbido de que por algo pasó todo. Por algo sigue fluyendo.
El cuerpo tiene memoria y sin pensarlo pido la misma porción de pizza de siempre. La de él y la mía y por un segundo imagino que despierto en la pandemia y que nada de lo que vino después sucedió. Que fue todo sueño lúcido: La luz dorada y difusa en Pasadena y Cecilia con sticky socks y zapatos de plástico, Seinfield en un hotel con fantasmas, ser amante de un joven con trustfund, el departamento triangular y lujoso en el que sistemáticamente me levanté a las 4 am con el cuerpo hecho de piedra en forma de cuenco vacío, Pepita mudándome a un modesto estudio en Queens en Ubers, los diners con Alex, las caminatas con Zach. Ben, Annie, Sam, Chelsea, Seúl, Milán— Todo se construye y se destruye tan rápidamente. Que no puedo dejar de sonreír.
Lodesiempre.
Repetilo y en absoluto castellano: lo de siempre. Qué verso hipnótico y cargado.
Lodesiempre que lentamente se vuelve lodenunca, lo del pasado.
Agradezco que Félix me note, no sé si lo digo o lo pienso. A veces necesito que se pose en mí la mirada de otra persona para recordarme que ocupo espacio y que no soy simplemente un pensamiento disolviéndose entre los humos de una ciudad estridente. Me reconforta la idea de que quizás alguien ve que este despojo es un camino hacia mi realidad.
Un striptease que termina arrancándose la carne hasta dejarse en hueso.
Mi imagen me obsesiona, me preocupa. A los tres años empecé a vestirme sola para poder controlar mis mensajes en forma y color, una falda de corderoy azul francia de benetton con una camisa verde flúo pastel con vivos en fuxia y violeta. Mi primer dibujo fue un garabato al que llamé vestido de novia. Gran parte de mi vida pensé que iba a ser diseñadora de indumentaria pero al llegar el día de anotarme en la facultad impulsivamente cambié por Puan: Artes, que luego se convertiría en Filosofía. En parte, porque quise que no quedaran dudas de que tenía cerebro adentro de esa cabeza que parecía hueca, cuenco de piedra porosa. Nuevamente, mi imagen me preocupa demasiado.
Pensé que volver a ser freelance en esta ciudad altamente competitiva me iba a llevar un tiempo, y estaba preparada para darme unos meses sin trabajar. O en realidad, darme unos meses para trabajar de modo no remunerado en mi primer libro escrito en inglés: ‘Wifing’, ese libro que ningún agente quiere presentar a editoriales, de esa escritora que todos sabían que al final era pura espuma. Producto del vino y el lobby. Así es como en mis días de agriedad me hablo a mí misma.
Disfrazo de honestidad un talento para la crueldad. Mala. Pero algo de cierto también.
flash, neón, luces del centro
Tengo bookeadas campañas y desfiles desde el 27 de abril hasta el 12 de junio. Vuelvo a una de las vidas anteriores que creí que nunca iba a volver a habitar, como si nada. You kinda are a stylist había dicho Zach cuando esta decisión no estaba tomada, cuando volver a ser estilista no era siquiera una posibilidad. Porque volver a trabajar de estilista, concretamente de asistente, hasta hace tan solo dos meses lo percibía como un fracaso, como volver hacia atrás.
Hice performance corporate y volví. Tuve un cargo con cierto poder y volví a asistir. Por supuesto que me pregunto si es mi imposibilidad de crecer, esta tendencia a espiralear en mi propia historia, poniéndome trajes que no me quedaban pero que de repente funcionan en otro contexto. Entonces no es que no pueda crecer, sino que crecer no es lineal.
un lado te hará crecer
y el otro lado te hara más pequeña
Para encontrar el tamaño justo Alicia tiene que sacar de ambos lados del hongo.
La primera vez que vine a New York buscaba pasantías en revistas de moda, galerías de arte, agencias de casting, añorando cualquier trabajo en el campo creativo, específicamente el visual, que fuera mi entrada para vivir en esta ciudad. Siempre quise quedarme, pero no de cualquier modo, en cualquier condición, lo que yo visualizaba era vivir en el flujo de creación de imágenes. De las imágenes que terminé dedicándome a analizar y criticar. Una serpiente que se muerde la cola.
Me bookearon para un día de investigación en Albright. Research sería: sacar fotos, ver qué hay disponible, empezar a buscar las piezas que van a componer la narración desde los materiales y las tipologías. Empezar a asignar colores y texturas a los talentos. Llamar a Albright un rental sería completamente injusto así que insistiré sobre su tagline: ‘fashion library’. Es un archivo de piezas invaluables. Definitivamente un lugar de estudio.
Es un trabajo sencillo pero con muchos talentos. Es beauty lo que implica que los planos serán cortos, o sea que hay que enfocarse no solo específicamente en partes de arriba, en sus texturas, escotes, volúmenes y asimetrías, todo lo que pueda hacer la composición interesante, generar formas con las cuales la fotógrafa pueda jugar.
Danielle me pregunta dónde estuve y cuando le digo que me fui por un rato a la industria del perfume me dice I was about to ask what you are wearing.
Ese día hice lo que en perfumería tradicional se llama layering pero en Fueguia dimos a llamar “composición”.
Primero me eché Paysandú sobre la ropa, una colaboración con Gabriela Hearst. Paysandú está inspirado en el Uruguay rural, y está hecho con ingredientes jamás usado antes en perfumería: Marcela y Carqueja. Es herbal, un floral verde silvestre, que me hace pensar en mis rodillas raspadas y manchadas de pasto cuando era niña y me da una continua sensación de toda posibilidad.
El de Gabriela Hearst fue un proyecto donde tuve que integrar varias de mis habilidades adquiridas con los años, venir de trabajar en moda me ayudó, pero también la coordinación de producción, y el periodismo (dos carreras que también ejercí a nivel profesional). El proyecto estaba muy avanzado cuando me incorporé a Fueguia, así que tomé el tramo final, la escritura de los materiales de marketing y prensa y la coordinación de la llegada del producto a los puntos de venta. Como lo vi salir a la luz, lo siento muy propio.
Pero es también porque la colaboración en sí me identifica. Son dos perfumes, como dos caras de una misma moneda: New York y Paysandú, inspiradas en dos etapas de la vida de la diseñadora pero que funcionan como metáfora de la vida de cualquier persona. Paysandú es el origen, la naturaleza sin filtro, la materia prima, la rebeldía de lo que todavía no tiene forma ni cauce. New York es la maduración, cómo eso que somos se organiza con el tiempo, adquiere capas, la riqueza de la influencia de lo desconocido.
Cuánto crecí en estos años y cuánto queda por crecer también. Fui una postadolescente tardía y borracha en Brooklyn, una mujer casada y abstemia en la isla, una mujer divorciada y sobria en Queens. Algún día debería explicar la diferencia entre sobriedad y estar ‘seco’.
El segundo perfume lo aplico en el cuello y es un desierto: Valle de la Luna. Un iris caleidoscópico, terroso pero tan fino que parece de polvo de cristal. Un perfume que veo como un color, holográfico, violeta pastel alucinado, una especie de mineral brillante y árido. El aire del atardecer en el Desierto de Mojave donde años atrás hice un comercial de autos sobre una niña que perseguía la luna. Para filmar tuvimos que esperar horas, viendo el desierto volverse rosa con el caer del sol.
Mis ojos escanean el terreno como el Águila del ámbar, buscando el brillo, lo dorado, plateado. Lentejuela, lúrex, seda. Otra de las coordenadas que guía mi día de investigación es que es una campaña de holidays: formal pero festivo. Encuentro varias piezas interesantes en la sección de Alexandre Vauthier y en Lanvin, pero en Balmain empiezo a descifrar un código preexistente. Lo que busco siempre, haga lo que haga, es poder generar un puente con una emoción propia, una combinación de emociones. Fuegos artificiales y estrellas en los labios, cosquillas que salen como cascadas de oro de los oidos. El brillo que busco no solo en esta visita a la librería de vestidos, sino cuando escribo, cuando saco fotos, cuando pinto, hago videos. Es una luz, que a su vez es un lugar donde en sí fui feliz.
Me detengo sobre un vestido que parece hecho de gotitas de cristal. Saco una foto para Pepita, que acaba de lanzar su bellísimo libro ´The Art of Crying’. Mirá amiga, es un Balmain hecho de lágrimas.
En su libro Pepita investiga las lágrimas emocionales, esas que Darwin describió como sin propósito, pero que además de ser un atributo único de los humanos, tienen capacidades transmutativas poderosas.
En el feed de mi instagram aparecen todo el tiempo videos de personas que destraban sus traumas y lloran sin parar. Deseo que alguien me destrabe con un golpe lo que sé que cargo en el pecho, en cambio, mis emociones están en un proceso largo de deshielo, un sollozo el día que recibo la notificación del divorcio y sigo. No pude entregarme al desconsuelo porque yo misma minimizo mi propia tristeza. Confío en que el tiempo me dejará ver la verdad. Mientras tanto voy con una bola-bebé-tesoro-ovillo de dolor que preservo como prueba de vida, temo que superar implique perderlo para siempre. Y yo quiero recordar.
Cuando nos vinimos juntas a New York con Pepita en el 2013 vivimos en una habitación sin ventanas en Flushing Ave, el edificio estaba torcido y el departamento era un espanto de sucio, pero algo de ese viaje selló nuestra amistad para siempre. Yo trabajaba tres días a la semana en Koreatown de cajera, tenía un uniforme rosa con una carita de chancho en el pecho y un gorro de papel. Otros tres días atendía el bar de Shervin en el East Village. Era un bar al que no iba absolutamente nadie y que terminaba indefectiblemente cada noche en pérdida. Pero me visitaban mis amigos, y yo hacía sonar Banda de Turistas, Virus y Babasónicos. No sé qué pensaba de nada en ese momento. No sé qué quería. Solo me acuerdo de escribir poemas en servilletas, y de la luz roja que iluminaba la habitación que compartíamos donde hablábamos de las artistas en las que queríamos convertirnos, que eran una extensión, un decantamiento de las personas que ya éramos.
Veíamos, con variaciones en la nitidez de nuestras figuraciones, el futuro. Ella se convertía en una famosa ilustradora que publicaba libros. Intento pensar qué veíamos para mí y entiendo que ya veíamos este camino coherente y sin forma a la vez. En un momento pensamos que tenía que hacer una performance silenciosa de vestirme únicamente de verde el resto de mi vida.
Estoy en Vancouver vistiendo a dos hermanas, Mkenzie y Malia son muy jóvenes pero viven de ser content creators y se están por mudar a LA. Su manager, una dulce veintiañera que cree haber entendido la clave de la vida y el éxito sospecha de la veracidad de mis palabras cuando digo que dejé un puesto con cierta seniority para organizar infinitas prendas en distintos tonos de beige. Tonos que a esta altura, como la leyenda de los esquimales y el blanco, solo Delphine y yo distinguimos.
La humildad no es una característica sino una acción, y se me sustrae. Cuando creo que llegué a un lugar de tamaño justo, de evaluarme objetivamente y estar al servicio de los otros sin sentirme humillada, brota de mí una acción o dicho 100% dirigido por el ego. Tener que aclarar que fui importante, como cuando hace algunos años aclaraba que no soy autora autopublicada, me da cringe, pero es una protección que aparece cuando siento que alguien me mira como pobrecita qué poquita cosa que sos. Esa mirada, en todo caso, es un problema del que mira. Realmente a quién le importa, hagan todo lo que quieran y lo que puedan, autopubliquémonos todos todo todo el tiempo.
Cuántas capas de miedo hay que sacarse para aflorar a la superficie.
Quiero que la Malén que miraba The Wiz un sábado a la mañana se sienta segura para salir a la luz. La Malén que bailaba Take Off With Us de All That Jazz, que coleccionaba revistas y colores. La Malén que dibujaba vestidos. La Malén que fui antes de pensar que todo lo que era yo estaba mal. Antes de odiar mi cara hasta el punto de pegarme, de odiar mi cuerpo y matarlo de hambre. Le pido todos los días a la que fui antes de querer matarla que vuelva. Esta vez la voy a tratar bien. Creo, intento.
Lo intento en mis meditaciones y cuando paro para preguntarme: qué miedo está guiando esta decisión. Cuando pongo el amor donde iba a aparecer la crueldad y la rigidez. Cuando me animo a cambiar hasta volverme a encontrar.
Interrumpo la búsqueda de brillos. Tengo una campaña para la que tengo que hacer un pull de pumps bien altos— Saint Laurent, Tom Ford, Gianvito Rossi. Entonces Patricia, que makes coffee nervous, pasa por al lado mío y me pregunta qué es ese perfume de otro planeta que estoy usando.
Apliqué, como un último gesto, Muskara Phero J., un musk vegetal desarrollado por Fueguia que amplifica nuestra propia identidad aromática. El misterio de qué hará que la química de mi piel huela a pétalos de rosa guardados en el Diccionario de la Lengua Española de Kapelusz, de cuero y tapa roja bordó.
Perfume de la alta noche
Quiero saber por qué
Desperdicio mi prosa gentil
En un universo hostil
El sol me acaricia los hombros. Una luz dorada y difusa que parece llenarlo todo, no dejar ni una sola porción del universo en sombra. Una luz que es sentimiento, y no palabras. Una luz que es todo lo que quiero en mi vida. Una luz que me la paso buscando sentir y decir. Una luz que se escapa del lenguaje y de la razón.
Pasamos por al lado de un Chrysler New Yorker 1956 celeste, tan radiante, que parece que va a despegarse del pavimento. Se me humedecen los ojos, de la alegría de ver las cosas en movimiento, de poder hoy ver las cosas en movimiento: los árboles, un grupo de niños saltando sincopados en el court de basket en este barrio industrial, de poder sentirme a mí misma como incorporándome a donde siempre tuve que estar, conmigo. Y no despegada como una cámara cenital, una narradora por fuera de mí, alerta.
Desde que empecé a escribir esta entrada hasta hoy terminaron de irse los últimos fríos. Estoy llegando al set, es el último día de producción. Y esos 16 racks con vestidos espléndidos de una fiesta falsa van a desaparecer. Y me voy a ir con estas valijas. Y todo va a volver a llenarse de colores, luces y de ideas para volverse a vaciar.
Hago la última pasada a este texto en la mañana del 2 de junio, es mi cumpleaños. Es mi fiesta y lloro si quiero. Y brillo si quiero también, como oro rosa.
M.
*"Hoy” fue varios momentos distintos.
Una de mis entregas favoritas de uno de mis newsletters favoritos. Demasiadas partes son bellísimas pero me conmovió sobre todo "Lo que busco siempre, haga lo que haga, es poder generar un puente con una emoción propia, una combinación de emociones. Fuegos artificiales y estrellas en los labios, cosquillas que salen como cascadas de oro de los oidos. El brillo que busco no solo en esta visita a la librería de vestidos, sino cuando escribo, cuando saco fotos, cuando pinto, hago videos. Es una luz, que a su vez es un lugar donde en sí fui feliz." Feliz cumpleaños <3
Lo de siempre.
‘A veces necesito que se pose en mí la mirada de otra persona para recordarme que ocupo espacio.’
‘no es que no pueda crecer, sino que crecer no es lineal’
‘Hagan todo lo que puedan y lo que quieran, auntopubliquémonos todos todo todo el tiempo’
‘Cuántas capas de miedo hay que sacarse para aflorar a la superficie’
‘Una luz que es sentimientos y no palabras. Una luz que es todo lo que quiero en mi vida’
Lo de siempre, la vida como una valija. Donde ‘todo va a volver a llenarse de colores, luces e ideas para volverse a vaciar’… para llenarse otra vez Malen.
Gracias por tus palabras, feliz cumpleaños!