Hola, bichi:
El sol es verdaderamente dorado. Eso es decir: del dorado más verdadero, el más absoluto de los dorados, el único e inigualable.
Quisiera que pudieras ver el paisaje desde la pared de lupa de la lágrima que amenaza con caer de mi pestaña desde esta mañana. ¿Me mandarías una carta contándome cómo se ve el mundo desde mi precipicio cristalino y convexo, ahora tuyo, tu habitación?
Nada malo, solo se atravesó la posibilidad de un futuro como una lanza en mi horizonte mental, una estrella fugaz que quiero detener para asegurarme de pedir el deseo infalible, que no me traicione la gramática de la felicidad.
Veo girar en el secarropas mi camiseta azul Klein; preparo las maletas para otro viaje para el que no tengo fecha de regreso. Quisiera que pudieras tocar con el meñique la punta de mi pestaña para secarla.
Hay gente que se ríe con la nariz, hay charcos celestes eléctricos y tengo ganas de buscar todos esos detalles nimios, ¡ah! los pañuelos bordados con iniciales, bolsas perdidas que parecen nubes, un monumento colosal hecho de las latas de dulces donde las madres guardan los dientes caídos.
Decidida a usar la palabra rubicón en un texto, me detendré en su sonoridad de cereza de vidrio. En su sonido de gema, de salón de videojuegos 8-bit, trin trin, glup, glup. Algunas palabras las siento como la forma que tendrían si fueran materiales que tuviera que tragar.
Rubicón: un dado de 16 lados (D-16) violeta.
Glauco: una burbuja semirrígida del tamaño de una uva.
Algunas como telas o gases que salen por los oídos o los ojos.
“Ganarse la vida” debería significar exactamente eso: ganársela. En toda su gracia con toda su suerte. Un día diré, quizás, “me gané la vida un 17 de mayo”.
Las palabras esdrújulas bien podrían ser todas personas nacidas bajo el sol de acuario.
En la tarde, cuando solo hay susurro de viento, las bicicletas parecen avispas felices: cantan. El polvo a veces imita a las luciérnagas. ¿Cómo hago para que te derritas?
No será afirmando con vehemencia que no suscribo al concepto de contratransferencia de Winnicott, ni contándote que el gerundivo latino me lo enseñaron con el verbo amar.
El gerundivo latino es una forma verbal que funciona como adjetivo verbal pasivo y expresa obligación, necesidad o conveniencia. Es distinto del gerundio, que indica una acción en curso.
Ejemplos:
Amor amandus est.
→ El amor debe ser amado.
(O: “Hay que amar el amor.”)
Puella amanda est.
→ La muchacha debe ser amada.
(O: “Es digna de amor” o “Debe ser amada por alguien.”)
Hoc amandum est.
→ Esto debe ser amado.
(Quizás un objeto, una experiencia, una vida.)
Ad amandum
→ Para amar (usado como propósito o finalidad, ej.: Tempus ad amandum – “tiempo para amar”).
Puer est amandus.
→ El chico es digno de ser amado / debe ser amado.
Parlêtre es un concepto central en la teoría lacaniana, un neologismo que anuda la el habla al ser. Está el ser que no puede decirse, y está el decir que no puede ser.
Y el parlêtre vive en esa falla, en ese hueco entre lo que se puede nombrar y lo que se es. De ahí la angustia. Pero también el deseo.
Si me preguntaras qué quiero hacer de mi vida de verdad es acariciar a las personas como un perfume inolvidable, como un color imposible, el mar cuando parece un holograma. Empezando por vos, claro.
M.